LOS TRES PILARES DEL AMOR
Imagina que sobre una mesa triangular sostenida por tres patas vas a intentar
construir un enorme castillo. No te atreverías a pararte encima de esa mesa
sabiendo que una de sus patas está rota, ¿o sí? Y mucho menos te atreverías a
subir en ella a tu cónyuge y a tus hijos. Pues entonces revísalas hoy; la
carencia o debilidad de un PILAR hará que tu vida amorosa se desmorone tarde o
temprano provocando un doloroso desenlace… El amor trascendente tiene tres características fundamentales. Sólo tres:
Primer Pilar: Intimidad Emocional
Ésta se da únicamente mediante comunicación profunda al compartir sin arreglos
ni selecciones todos los sentimientos; al hablar con el corazón; al
exteriorizar dudas, temores, ambiciones, sueños, preocupaciones, alegrías,
penas; al confesar los yerros del presente y del pasado; al descubrir ante la
persona amada el lado oculto (y desconocido por otros) de nuestro ser La
intimidad emocional es confianza absoluta, complicidad, integración, alianza.
Cuando ésta existe, se interpreta rápida y correctamente el lenguaje corporal,
se detecta el verdadero estado de ánimo del compañero (desapercibido para los
demás) aunque no haya vocablos de por medio. Y cuando se usan las palabras se
hace de una forma única y especial, en un nivel de fraternidad distinto al que
se da en la comunicación con el resto de la gente. Las riñas se disuelven
cuando aún son incipientes porque al discutir se procura no causar daño, no
herir. La “verdad” es el común denominador entre dos personas con intimidad
emocional. En su trato la autoestima de ambos se ve grandemente favorecida pues
saben darse su lugar el uno al otro, saben demostrarse aprecio y confianza sin
límites. La comunicación profunda les permite no volver a sentirse solos, le da
sentido a su mundo interior, propicia la formación de un universo exclusivo y,
finalmente, cuando se alejan, ambos piensan y hablan bien de su pareja.
Este último punto es un barómetro interesante pues, aunque puedas fingirle
cariño a alguien, en la soledad tú sabes muy bien qué es cierto y qué no lo es.
De modo que si al alejarte físicamente de tu novio o novia priva en ti la
sensación de lejanía emocional, si al no estar a su lado juzgas a tu pareja
como tonta, inmadura o torpe; si estando a solas te ríes un poco de su recuerdo
y, en ocasiones, hasta compartes esa burla con tus amistades o familiares, no
existe en absoluto intimidad emocional.
Millones de matrimonios pasan la vida sin verdadera intimidad; platicando
únicamente sobre asuntos superficiales y vanos: los niños, el trabajo, los
problemas de la casa, la economía… Por ocuparse de lo evidente olvidan lo
fundamental. Su relación de pareja se desvanece, se pierde.
Se dice que los hijos unen al matrimonio, pero esto, en muchos casos, es una
gran mentira. Los hijos producen distracción y funcionan para los cónyuges como
excelente excusa para evadirse mutuamente: ahora tienen problemas nuevos en qué
entretenerse. Al nacer los niños, surge una aparente integración conyugal, pero
es forzada, y cuando los hijos crecen y se van se dan cuenta de que lo que los
mantuvo unidos durante todos esos años eran los circunstanciales vástagos.
Entonces (¡qué ridículo e incoherente!), después de sacar adelante un hogar con
sacrificios, después de toda una vida compartida, al hallarse a solas prefieren
divorciarse física o mentalmente. Jamás hubo intimidad emocional. Su unión fue
vacía, falsa, fingida. Un hermoso teatro que tenía como finalidad hacer creer a
los demás que se amaban. Detuve la lectura impresionado por la fuerza de esas palabras. Dhamar y yo nos
sentíamos relajados cuando conversábamos. Eso tal vez era un indicio de
comunicación profunda, un viso de naciente intimidad emocional.
Me sobrecogió el deseo de conocer y evaluar los otros dos “pilares”. Sin
embargo, al levantar la vista, un detalle proveniente de la casa de Johana me
perturbó: alguien había encendido la luz exterior… Consideré que tenía la obligación
de bajarme para volver a tocar la puerta, pero opté por postergarla con la
excusa de primero terminar la lectura del artículo. Me hundí en el asiento del automóvil para seguir leyendo.
Segundo Pilar: Afinidad Intelectual
Las personas no están hechas sólo de emociones, están hechas también de IDEAS.
Para nutrirse con los pensamientos de otro se requiere de una correspondencia
intelectual capaz de permitir puntos de vista complementarios. Las personas
pueden tener la capacidad de comunicarse íntimamente, pero si no poseen una
forma similar de raciocinio respecto a los conceptos fundamentales como el
trabajo, los valores, la religión, el sexo. La educación de los hijos, el
tiempo libre, la organización familiar, etcétera, si no se enriquecen mentalmente
durante su convivencia, terminan excluyéndose, el uno al otro, de gran parte de
sus actividades. Pocas cosas alimentan más la llama del cariño que aportar
ideas valiosas, desapercibidas para el otro.
En la medida en que alguien se ame a sí mismo podrá amar a su pareja, y la auto
aceptación es un concepto que se da en la mente. Sólo siendo maduro
intelectualmente es posible aceptar la individualidad e independencia del
compañero, evitar los celos, el egoísmo, la posesión. Sólo con el juicio sereno
y claro se es capaz de perdonar, ceder, dar otra oportunidad, aceptar los
errores y estar dispuesto a permitir imperfecciones.
En el cerebro adulto nace el sentido de compañerismo y fidelidad. La moral
verdadera no es producto de prejuicios sino de razonamiento inteligente. El
grado de desarrollo espiritual se relaciona con la madurez. Todos estos puntos
deben tener correspondencia entre las dos personas.
La pareja con afinidad intelectual tiene muchas cosas que compartir; lleva un
ritmo de lectura similar, de estudio parecido, de trabajo creativo coincidente,
se supera en armonía, crece y se ayuda recíprocamente.
Los novios que son capaces de estudiar y hacer sus trabajos de verdad (no como
una excusa para terminar revolcándose) son mucho más fuertes en su relación que
los demás.
En ese momento escuché el sonido de un claxon que me hizo brincar. Un coche
antiguo se había detenido detrás, a tres metros, con las luces encendidas.
Pasados varios segundos, la madre de Johana salió de la casa para abrir el
garaje. El auto viró enfilándose a la cochera, rozando la salpicadera del mío.
Un tipo gordo salió a cerrar el portón.
Volví a tomar la revista. “El primer pilar del amor tiene que ver con la
comunicación y el segundo con la similitud de ideas”, me dije en voz alta para
tratar de ignorar el nerviosismo que me causaban las circunstancias. “Sólo me
falta leer un tema. Lo haré y después ya veremos.”
Tercer Pilar: Atracción Química
Si tienes con tu pareja intimidad emocional, puedes decir que es TU AMIGA; si además
se complementan en ideas, puedes considerarla TU COMPAÑERA. Pero falta un
último punto indispensable para anudar el lazo del amor: también debe poder
llegar a ser TU AMANTE. Esto se consigue con la atracción química. Y no me
refiero al gusto corporal, pues es frecuente considerar hermosa a una persona
sin sentir ningún interés por ella. La apariencia es algo superficial y vano.
Lo que enciende el magnetismo entre dos individuos no es un fenómeno físico
sino químico. Sólo se da entre algunos. Tal vez no se trate de gente bonita,
pero la química les permite ver más allá de lo visible y arder con la belleza
que sólo ellos detectan. Cuando hay este tipo de hechizo, a las personas no les
importa lo que los demás piensen respecto al físico de su pareja. Se sienten a
gusto juntos porque se atraen realmente. Se besan y se tocan con gran
espontaneidad, con verdadera pasión. Hay esa magia que los impulsa a estar
cerca, el agrado mutuo producido por la voz, las acciones, el andar, la
legitimidad, la forma especial y única de ser del otro. Finalmente no pueden
evitar esa gran identificación sexual que se da, simplemente, sin que ellos lo
planeen. Si descubres una afinidad química NATURAL con tu pareja, lucha por
conservarla.